Carolina Cortés Carvajal

Periodista, MBA
Universidad Católica del Norte

 



EL MARKETING DIRECTO Y EL VIAJE PARA LOGRAR FIDELIZAR UN SUEÑO

Revisando las Redes Sociales, hace bastante tiempo, me encontre con una noticia del diario La Cuarta OnLine: “Micreros afirman sufrir la maldición de “La Llorona” y están retirando publicidades”. Solté una risa al instante. Pensé en lo ridículo y estereotipado que sonaba que, por una película de terror, los choferes juraran que los penaba un alma diabólica, más encima, ni siquiera era chilena. Ojo, luego pensé y me alumbre. Claro, Marketing Directo… y a la vena.

Qué mejor herramienta para transmitir un sólido mensaje: “Vayan a ver la película, llenen el cine, vivirán en carne y hueso la bendita maldición”. Para los amantes del terror era una maravillosa invitación para llevarse a “La Llorona” para la casa. Una sueño hecho realidad. ¡Obvio! Partí al cine.

El mensaje había llegado por el canal correcto. La masa (o sea nosotros) estuvimos pendientes de aquella noticia que salío – incluso – por televisión abierta. Al que se le ocurrió tamaña idea, es sencillamente, UN DIOS DEL MARKETING. Al menos esa es mi humilde opinión.

El Marketing Directo es un tipo de marketing que busca apuntar hacia un  público determinado. Es efectivo, es simple, es… directo. Utiliza el mensaje que queremos escuchar y que nos invita a apoderarnos de ese producto o servicio. O al menos, probarlo.

Las grandes empresas como Uber utilizaron este tipo de Marketing para captar clientes. La estrategia del gigante del transporte de pasajeros aprovechó el pánico de los taxistas de Santiago que se fueron a paro por su llegada y ofreció a sus potenciales clientes, viajes gratis por toda la ciudad. Uber vio una oportunidad: fidelizó con aquellos clientes que necesitaban de movilización por la capital del Reino. ¿Efectivo? ¡Si pues! No sólo ofreció dos viajes gratis, si no que también se acercó y convirtió a su target en una audiencia real.

Para entender este proceso llamado “Marketing”, los autores Philip Kloter y Gary Armstrong, lo definen como “un proceso social y administrativo, mediante el cual las personas y las organizaciones obtienen lo que necesitan y desean, creando valor con otros”.  Bajo esta perspectiva, entendemos que todo lo que nos rodea necesita tener ese “valor extra” que lo hace interesante para nuestros ojos.

A esta altura, quien no aproveche los beneficios del Marketing Directo, no podrá solventar su propio negocio. Sin miedo a equivocarme, es un canal tan efectivo ya que permite a quien vende u ofrece un servicio, a creer. No solo fideliza con esta gran masa de personas, si no que el mismo emprendedor acepta e internaliza tanto lo que tiene que se hace imperativo ofrecerlo a toda costa.

Ahora, no solo el concepto de Marketing Directo es priomorial para atraer a la audiencia potencial. También el concepto de Valor adquiere una real significancia, ya que establece el alcance real que se requiere para ganar el éxito. Va de la mano con la satisfacción (o insatisfacción) que puede provocar en una persona un determinado producto o servicio. El Valor genera la expectiva y otorga las características ideales para el consumidor, diferenciándolo de otros bienes similares y agregandole una característica única e irrepetible.

Una buena estrategia de Marketing atraerá a aquellos que buscan no solo satisfacer una necesidad, si no que también, a crear una Identidad con el producto o servicio. Lo harán suyo. En base a este escenario, cuento otra experiencia, y es que gracias a Uber (soy una clienta fidelizada), conocí a un emprendedor que vende detergente, suavizante y lavaloza en Antofagasta. Lo primero que hizo cuando me subí al vehículo, fue pasarme un volante.

Al principio dude en recibirlo, pero al fin de cuentas, no había daño al menos en mirarlo. El papelito estaba impreso con las fotografías de los productos de limpieza y a precios realmente convenientes. Le pregunte, dada mi sorpresa, que los precios estaban buenos. Un detergente de cinco litros costaba la módica suma de $3.500. Mi curiosidad me sobrepaso. Le pregunte que por qué tan baratos, si en el supermercado valían más de 10.000 pesos. El me respondió: Hago mi propio Marketing Directo.

¡Qué!. Si, Marketing Directo. Me contó toda su historia, de cómo había decidido emprender su propio negocio, de la inversión a largo plazo y cómo utilizó la plataforma de Uber para captar clientes. Súper simple: persona que se subía, le ofrecía sus productos. Además, tenía todo el trayecto para encantar a sus potenciales clientes. Claro, podría no haberme convencido, pero lo hizo. Compré un detergente, a 3.500 pesos y me transforme en su cliente habitual. Y de paso le conté a todos mis contactos de cómo en Uber conseguí un detergente ¡baratísimo!.

Para que las condiciones de Marketing ocurran en un determinado entorno, se requiere de la participación de dos o más personas, en donde cada uno debe poner en valor algo que la otra quiera poseer y, lo más importante, que este dispuesto o dispuesta a ceder.

En realidad, el Marketing, como gran premisa, establece que el logro final dependa de la información que emanen de las necesidades que requerimos y de los cambios que se generan a su alrededor. Esta conexión entre el valor, lo que se quiere y lo que se entrega, está dado por los deseos y las demandas de lo que nosotros, los clientes, queremos.

Estos deseos y demandas se satisfacen con las Ofertas de Mercado. En otras palabras, con la combinación entre productos, servicios, información y experiencias que se ofrecen, se puede lograr obtener una recompensa que permitirá entegrar un nicho prometedor para quien quiera emprender. El emprendimiento va de la mano con el marketing, va de la mano con el mensaje que se utiliza a la hora de avanzar por este camino. No es en vano, las horas de sueño craneando justamente una estrategia que permita difereciar lo ofrecido respecto a la competencia más próxima.

Ahora bien, se interponen ahora dos conceptos secundarios: La Propuesta de Valor y la Diferenciación. Ese será el tema de mi próxima columna.