POR MICHELLE TORRES NÚÑEZ
A mis 23 años, he participado en pocos procesos eleccionarios, por lo que este me dejó con el pecho lleno de experiencias y nuevos desafíos. Es la primera vez que me sentí partícipe de algo tan grande e histórico como la idea de un nuevo Chile.
Con mi cámara, micrófono y credencial, partí a lo que sería una larga jornada de incertidumbre y expectación, donde mi principal objetivo sería entregar información “calentita” de lo que se vivía en los locales de votación del centro de Antofagasta.
Partí mi jornada a las afueras del Liceo Experimental Artístico (LEA) de Antofagasta. Ahí pregunté por el estado de las mesas de votación. “Si lo están, desde tempranito, así que llama a todos para que vengan nomás, tienen que venir a votar”, me comentó uno de los militares que cuidaban la entrada del local.
Entré al lugar para observar lo que vivían los vocales de mesa. En algunas de ellas se veía comida y “municiones“, hervidores, termos, hasta mantitas para el frío. Todos se prestaban apoyo dentro de la angustia e incertidumbre, para pasar de la mejor manera lo que sería el proceso eleccionario.
“Ya estamos en vivo” me comentó la periodista que estaba en el estudio. Comencé a comentar todo lo que se estaba viviendo dentro del local, intenté conversar con Carabineros de Chile para que indicaran los resguardos que se tomaron cerca del local de votación, pero no quisieron hablar.
A pasos rápidos y un poco cansada por la bolsa que llevaba en mi hombro con los implementos necesarios para sobrellevar la mañana, llegué al segundo local de votación: el Instituto Superior de Comercio de Antofagasta (ISCA).
Para mi sorpresa, pocas personas querían expresar su opinión, muchas solo mostraron su mano en señal de no querer hablar, otras simplemente me plantaron un “no” por respuesta.
Un poco desesperanzada de mi labor, seguí en la búsqueda de ciudadanos que quisieran alzar la voz, expresar su disgusto o felicidad frente a esta jornada histórica.
Así fue como llegué al Liceo Marta Narea Díaz, donde tuve la oportunidad de hablar con la Delegada de mesas, quien comentó que “la mayoría de las personas que han venido a votar, son adultos mayores. Hay harto voto asistido. En las elecciones pasadas fue lo mismo”.
Si, ahí pensé que la mayoría de las personas que pude divisar en los otros dos locales, eran adultos mayores, muchos con problemas para caminar o sostenerse de pie por sí solos. Comencé a reflexionar sobre las marchas y protestas encabezadas por muchos jóvenes y la baja participación que hasta el momento me tocó observar.
Dentro del programa en vivo, me dieron el pase para hablar y lo primero que salió de mi boca fue un “¡por favor! ¡Vengan a votar! Hay pocas personas y la ida al local será expedita”. A mi costado observé el enorme taco que había en la intersección de calle Uribe con Latorre y dije al aire: “ojalá sea porque van en camino a sus locales de votación”.
Mientras mis compañeros contaban sus experiencias y entrevistaban a personas a las afueras de los locales, subí al centro. “Ojalá no esté tan lleno”, pensé”. ¡Error! Lo estaba y mucho.
Pregunté a algunas personas si habían realizado su voto, muchas me ignoraron o simplemente me mostraron su mano en señal de no querer hablar. Puestos ambulantes abiertos, música descontrolada, tiendas abiertas y magia navideña fue todo lo que observe por esos alrededores. “Quizá están realizando las compras de navidad. Ojalá vayan a votar después de esto”, dije.
Cerramos la transmisión después de ese despacho y al segundo, me insultan desde un auto: “¡Pasa rápido maraca culia!”. En modo de sorpresa le indiqué que la luz estaba a mi favor y debía esperar para pasar. Los insultos siguieron y…¡SÍ! Se lo devolví.
Durante la tarde, ese episodio me dio vueltas en la cabeza por varios factores: la violencia que ejerció por algo tan mínimo, su rabia por detenerse 3 segundos a esperar que yo pasara y el vocablo abrupto que utilizó.
Dentro de mi ansiedad y sobrepensar todo, llegué a la conclusión de que la gente está alterada, angustiada, molesta y desesperanzada tras la pandemia. O simplemente el tipo siempre fue así.
En la jornada de la tarde, llegué a mi local de votación a eso de las 17:30 aproximadamente. No había filas y nadie entró hasta el cierre de las mesas. En la cancha del establecimiento estaban los vocales contando, firmando y anotando votos.
Caminando y observando todas las mesas de mi alrededor, hubo una inclinación para el candidato Gabriel Boric. En el estudio comentaban los resultados que se estaban dando en otros puntos de la ciudad y del país.
Sí, moría de nervios. No podría explicar con facilidad todo lo que sentí dentro del local de votación, la angustia me comía como a muchas personas de mi alrededor. Mis pies ya estaban cansados pero seguí con mi labor de informar quién sería el próximo presidente de Chile. Los resultados, ya los sabemos: Gabriel Boric será el próximo mandatario del país. Me quedo tranquila.
Llegué a mi casa luego de una larga caminata, me quité los zapatos, miré mi credencial y pensé: “¡pucha que me gusta esto! No me equivoqué de profesión, es tan rico entregar información a la comunidad. Espero que vuelva a pasar”.