Por Antonio Muñoz Mayne-Nicholls, Psicólogo Comunitario y Magister en Antropología Social.
Muchos llevan el apodo de “The King” en un género artístico, pero solo uno en la literatura de terror y suspenso, y que, además, no lo necesita porque es su nombre: Stephen King cuenta con una amplia obra que posiblemente sea la envidia de muchos de sus contemporáneos.
Incluso de George RR Martin, quien alguna vez confesó que lamentaba no tener el talento de Stephen King para escribir con rapidez un número asombroso de carillas al día. Y no pocos sabrán que el problema del autor de Game of Thrones es, justamente, no poder terminar los dos libros que le quedan de su obra maestra.
Pero esto no sería para nada remarcable si además no estuviera acompañado de la calidad de su obra. King es reconocido ampliamente como uno de los más grandes exponentes del terror y el suspenso en la literatura. Sucesor del legado del terror gótico de Hoffman, Lovecraft y Poe, probablemente aún no alcanza ese puesto en el panteón como leyenda, pero poco le falta.
A su proliferante obra se suma el entrelazamiento de tramas paralelas, escenas dantescas, la mezcla del terror cósmico con las pesadillas y los traumas psicológicos, pero sobre todo destacan sus personajes complejos, imperfectos y llenos de pecados que los hacen completamente creíbles. Te metes en sus novelas y cuando sales piensas que esto podría pasarte a ti. El deleite del terror.
Por eso, en mi intrincada y aventurera cruzada de defender los libros por sobre las películas, hoy me quiero detener para visitar una de sus obras que, aun cuando no sea de sus más reconocidas, es una de sus más extensas y completamente vigente: “The Stand” o como fue renombrada y traducida luego: Apocalipsis.
El libro comienza con una serie de historias de personajes queribles y otros no tanto que se van intercalando en los capítulos, en cuyo relato vemos cómo se van desencadenando los hechos luego de que se desata “por accidente” (y es que si no, no podrían pasar las cosas en los libros ni en ninguna historia) un virus letal altamente contagioso y que al parecer fue creado artificialmente en algún laboratorio militar de EEUU, para luego diezmar al 99% de la población mundial.
El virus llamado “EL Capitán Trotamundos”, comienza como un simple resfriado pero prontamente ataca el sistema completo del huésped y no parece haber escapatoria a sus consecuencias mortales. Puede que esto les suene levemente familiar, solo que acá esta magnificado y los únicos que se salvan son el pequeño porcentaje de humanos inmunes, entre los cuales obviamente se encuentran nuestros protagonistas: Stu Redman, un cowboy de Kansas; Fran Goldsmith, que embarazada pierde a toda su familia y queda sola con el hermano de su mejor amiga, Lloyd Henreid, un desadaptado en toda su vida que está enamorado de Frannie y se perfila como uno de los antagonistas de la historia.
Larry Underwood, músico quien justo antes de la pandemia había logrado su “one hit wonder” y es adicto a las drogas; Nick Andros, un sordomudo muy inteligente y que lidera al grupo de los sobrevivientes; Tom Cullen, quien recorre parte de la travesía de Nick para encontrar su lugar definitivo; Nadine Cross quien es víctima de abuso cuando pequeña y parecer ser la prometida del hombre de negro, Randal Flag, el anticristo o la encarnación del mal y el principal antagonista que aparece en el momento oportuno para apoderarse del mundo y formar una nueva sociedad basada en la tiranía y los placeres mundanos.
Completan el cuadro algunos secundarios relevantes, como Glen Bateman quien es parte de los elegidos para liderar a los sobrevivientes; y los esbirros de Flag, que le ayudan a cumplir su cometido y mantener bajo control a los sobrevivientes que han respondido a su llamado. Entre ellos destacan: Trashcan o el hombre basura, un pirómano esquizofrénico que es escogido por el hombre oscuro para cumplir sus más relevantes misiones destructivas; y Lloyd Henreid, mano derecha de Flagg, consumido por el temor a él pues cree firmemente que es el demonio.
Por último, pero no menos importante, se nos presenta Madre Abigail, la antítesis del hombre oscuro. Es una mujer de color de antepasados esclavizados, ya anciana, que inspira paz y es quien parece transmitir el mensaje divino, pues dice hablar con Dios. Es quien guía a los sobrevivientes, así como Flagg lo hace con sus acólitos a través de sus sueños, para que se encaminen a Boulder, un lugar perdido en el interior de EEUU, que puede ser la última esperanza para la humanidad.
Es imposible contar esta obra de otra manera. King resalta la ambivalencia de sus personajes, los cuales no son perfectos, tienen pulsiones, adicciones y realizan actos completamente egoístas. Por eso los hace tan cercanos pero a todos les permite la redención, ya que está muy presente en este libro, el motivo fundamental de la lucha entre el bien y el mal.
El autor nos hace preguntarnos qué pasaría si estuviésemos al borde de la extinción como especie, qué acciones tomarían los sobrevivientes, cómo se organizarían o cómo se establecerían las instituciones si todo tuviera que comenzar de nuevo, pero con la experiencia de la sociedad occidental y sus fundaciones.
Pero King va más allá que otras obras de la cultura pop como Walking Dead o la infinidad de series de Netflix sobre futuros post-apocalípticos. En “The Stand”, se enfoca en la lucha por la supervivencia luego del desastre, como la lucha entre las fuerzas antagónicas que mueven el mundo, encarnadas en el hombre oscuro y la madre Abigail, pero que dividen la naturaleza del hombre en quienes son débiles ante los deseos de autosatisfacción y los que, acogen el llamado para generar una sociedad mejor, idealistamente instalada en algún lugar de EE.UU. donde se puede comenzar de nuevo pero ahora sí, hacer las cosas bien.
Debo parar en este punto para decir que este libro fue mi introducción a la obra de Stephen King. En tanto llegue a él, pues no se trataba de un libro de terror de por sí, más bien de ficción post-apocalíptica, ya que aún el género del terror no me cautivaba. Pero fue empezar a leerlo y darme cuenta de la posibilidad que da este género para tratar los temas fundamentales de siempre, acompañados de los terrores más humanos, los miedos cotidianos y los temores primigenios a la oscuridad, el fuego, la muerte y el cambio que siempre nos acompañan; y, a veces, sólo matizan y otras embargan el más absoluto sentimiento vital.
Se puede llegar a este libro como yo, buscando una buena historia de “acabo de mundo” y en ese sentido, será satisfactorio, pues King es un gran narrador. No es menos sugerente los paralelismos con lo que estamos viviendo actualmente y por eso probablemente es una de las obras del autor que más tienta a visitar, pues fue escrita en el año 1978, en su versión original, lo que no deja de sorprender ya que al parecer veníamos anticipando un escenario mundial como este hace tanto tiempo.
Debo advertir también que esta no es una obra de ficción o de suspenso pandémico, no. Esta es una historia de terror, con un contexto post apocalíptico importante, que logra sus pasajes más atemorizantes en las imágenes dantescas como los crucificados que acompañan todo el camino hacia Las Vegas, residencia de Randall Flag una vez que se instala como el nuevo líder. O el camino que hacen Larry Underwood y otro personaje a través de un túnel, único camino posible para salir de la ciudad de Atlanta pero que, sin electricidad, se ha convertido en una enorme tumba con automóviles como sarcófagos, que encierran a miles de muertos.
Mención aparte en esta trama de horror merece el personajes de Trashcan, como la piedra angular del caos, que ni el propio hombre oscuro puede controlar y que para mi gusto, simboliza la pulsión de muerte que todos llevamos dentro y cómo de pronto dejamos se tome el control para que, de manera alevosa o por omisión, dejemos que las cosas se tuerzan o desemboquen en el desastre, mientras somos simples espectadores de cómo el mundo se pone a arder.
Cuantas veces no hemos estado en situaciones en que sabemos que podríamos hacer algo para evitar que todo se vaya a la mierda y dejamos que ocurra para que exista un cambio, para no seguir sosteniendo lo que indefectiblemente igual va a ocurrir. El poder del caos o del yang, que es nuestra dualidad inherente, según King, puede ser más poderosa que la propia personificación del mal, ya que al menos el demonio tiene un plan.
Pero el caos es incerteza y sólo devendrá en lo que tenga que ocurrir. Ese placer liberador está muy bien tratado en este libro y puede ser lo más aterrador de su lectura. Más que el miedo a las enfermedades, al nuevo orden mundial o a la eterna figura del mal / obscuridad, frente al bien / luz.
Esta obra puede ser, como lo fue para mí, una buena iniciación al género del terror; pero es sobre todo, llamativa en el contexto actual. Es inevitable preguntarse cómo nos reconstruiremos luego de lo que ha pasado durante los últimos dos años. En Chile además de la pandemia, vivimos un estallido social que no acaba y que tiene sus bases justamente en el pensamiento que a veces es mejor dejar que todo arda pues, como decía el gran cantautor Mauricio Redoles: “yo prefiero el caos, a esta realidad tan charcha”.
Existen adaptaciones a la televisión, por si usted, amable lector, no quisiera enfrentarse a las casi 1600 páginas de texto que tiene la versión revisada por el mismo Stephen King (que salió a la luz en 1990). Una de las versiones protagonizada por Gary Sinise (Teniente Dan en Forest Gump) de 1994 y la otra más reciente, adquirible por streaming en la plataforma de Starz y que cuenta entre otros, con Woopy Wallberg como Madre Abigail.
Solo me puedo referir a esta última versión, que a mi juicio no le hace justicia al libro y confirma mi premisa de que siempre será mejor bancarse la lectura. Ya que por un lado no se logra la profundidad de los personajes y por otro, algo que es fundamental para aprovechar el contexto del terror, como es la figura del hombre oscuro, Randall Flag, el anticristo, no logra atemorizar ni dar con el real sentimiento de desamparo que ocasiona que un personaje como ese apareciera en la tierra para gobernarnos.
No intentaré convencerlos de qué es mejor. Las series son disfrutables hoy en día y los personajes siguen y seguirán siendo adorables. Pero me atrevo a asegurar que la valoración del género del terror que pude experimentar a partir de la lectura de esta novela, va más allá de la experiencia televisiva pues, obviamente, es imposible homologar dos géneros artísticos como la literatura y la realización audiovisual, como si fueran comparables.
Solo que si eres adicto al terror y te parece inconcebible experimentar el temor a través de la lectura, te desafío a tomar en tus manos “The Stand”, leerlo y luego, valorar el género del terror como algo más que solo el efectismo de helarnos la sangre. Al parecer hay autores como Stephen King que esperan hacernos reaccionar mucho más allá.
Y para reforzar este último argumento, un detalle: Stephen King en parte por haber logrado una extensa obra, se permite hacer referencias en sus libros a lugares y/o personajes ya utilizados, lo que le otorga a su obra un carácter de universalidad y de multiplicidad que difícilmente pueden lograr otros autores.
No es el primero ni será el último. Pero lo maneja “a piacere” y como ejemplo es que el hombre oscuro, nacido como personaje en esta obra, reaparece en la serie de libros de la Torre Oscura, como principal antagonista del pistolero, encarnando una vez más la dualidad entre el bien y el mal, temática tan presente en la bibliografía del rey de terror.