Por: Nicolás Salinas Sepúlveda
En una época en que se describe a la sociedad como “desconfiada” u “ajena”, existe en paralelo un movimiento liderado por nuevas generaciones que percibe de otra forma la multidimensionalidad de las necesidades actuales. Ya no sólo hablamos de empleo, salud y vivienda, sino que sumamos temáticas más profundas, y valóricas como dignidad, libertad y respeto.
En este sentido, se hace fundamental la creación de procesos de coordinación e interrelación entre instituciones, sociedad civil y organismos públicos/ privados, para construir una nueva administración pública que fomente el diálogo y las relaciones a todos los niveles, que reconozca el espacio público y acepte su complejidad. Este modelo, nos permite pensar un cambio de cultura organizativa que incorpora actores múltiples, fomentando una inteligencia colectiva, que desde una dimensión local genere mayor identidad como público, dejando de lado el individualismo y la competencia.
Este cambio de perspectiva tan necesario debe potenciarse. Pues, como todo proceso de cambio requiere aprendizajes y la construcción de mensajes, valores y actitudes que a través de modelos innovadores seduzcan a la sociedad, sobre todo a quienes mantienen arraigado los antiguos modelos sociales, desarrollados en nuestro Chile. Es por ello por lo que la innovación social como valor central es un proceso sistemático, donde el aprendizaje se centra en la acción y coherencia.
Lograr que estos conceptos pasen del terreno de las ideas al mundo real, puede parecer complejo, pero sin lugar a duda se simplifica cuando el punto de partida implica un análisis del ecosistema en que nos movemos, con el objetivo de identificar brechas, dificultades y espacios de colaboración.
Reconocer escenarios de complementariedad y no de competencia es el primer paso para la construcción efectiva de alianzas, el segundo es precisar la innovación social, no como desarrollo social o necesidades eventuales, sino más bien, como un concepto holístico e integrador. Innovar socialmente es mucho más que trabajar con personas y uso de tecnología.
La innovación social reúne numerosas aplicaciones que hacen de este proceso un imprescindible, en un momento en el que la sociedad necesita de nuevos enfoques y caminos para hacer frente a los retos sociales de este siglo.
A partir de este análisis, debemos identificar el potencial de nuevas alianzas, para ampliar el impacto de las ideas propuestas, de manera de facilitar el trabajo colaborativo a través de la creación de un modelo o un mensaje con el que muchos se sientan identificados y que pueda ser usado por todos.
Finalmente, debemos entender este proceso como un ciclo donde tal como lo señalan expertos, la clave está en experimentar, evaluar, intentar de nuevo. Cada ajuste debe tener en cuenta la retroalimentación recibida en el terreno, detectar las fallas y los aciertos y como en todo, volver a empezar y generar una nueva estrategia.