Por Antonio Muñoz Mayne-nicholls.
Definitivamente la ciencia ficción nos fascina ¿o no?. Y si de eso vamos a conversar, entonces hablemos de la buena: “la Fundación” de Isaac Asimov es una de las obras cumbres de este género.
Pero no esperen rayos catódicos, sables láser o viajes interdimensionales. Tampoco aliens ni secuencias de terror gore o experimentos genéticos. Menos aún experiencias trascendentales de búsqueda del sentido del tiempo en medio de la nada. No, eso no es lo que encontrarán.
Isaac Asimov, migrante ruso que vivió casi toda su vida en EE.UU., logra desplegar en su obra casi 1000 años de historia, pero situada 10 mil años en el futuro, donde la humanidad ya ha poblado la galaxia y el imperio galáctico está en decadencia.
Un solo hombre, Hari Seldon, experto psicólogo y matemático logra a través de la ciencia, predecir que el imperio caerá y que la mejor manera de salvar a la humanidad de 10 mil años de barbarie, es crear una fundación en el extremo de la galaxia, para salvaguardar los conocimientos de la especie y asegurar el resurgimiento de un nuevo imperio, en menos de 10 siglos.
La premisa es interesante, logra motivar la lectura, pero lo más increíble es cómo logra describir lo que parece una obra imposible. ¿Cómo logramos reducir 10 mil años a solo 10 centurias? Y lo más complejo de todo: ¿Cómo se logra hacer un relato de todo eso?
No es fácil, claro está. Los saltos en el tiempo puede ser lo que más complica. Es una obra única en ese sentido. Uno no alcanza a encariñarse con los personajes cuando ya han pasado 50 años y debes conocer otros que son igual de atrapantes.
La maestría narrativa de Asimov, quien además era divulgador científico y un respetado académico, logra que a través de relatos cortos (que no se dilatan más allá de lo necesario), la historia de una serie de personajes claves en prolongar el plan de Hari Seldon de salvar la humanidad a través de una cápsula del tiempo humana, con personas que están dispuesta a vivir en el extremo de la galaxia para preservar la sabiduría y creen firmemente en los postulados de su líder.
Es muy interesante como el autor combina los elementos básicos de la ciencia ficción, como los viajes interestelares, la tecnología y el espacio profundo, para contarnos una historia que es fundamentalmente política y premonitoria de cómo la humanidad inevitablemente caba su propia tumba independiente de cuanto podamos prever y tomar resguardos. El mensaje de que es mejor asumir que fracasaremos y que la corrupción es más poderosa – porque todo poder corrompe -, permite hacer tablas en la hipotética historia de la fundación y partir de nuevo, ahora sí con la idea de hacer las cosas bien.
No cuesta generar los paralelos. Cuántas veces hemos visto a los agoreros, como Hari Seldon, predecir el fin de la humanidad, de la civilización, de lo conocido. Esa es pega fácil. No es tan difícil proyectar y entender que si seguimos haciendo las cosas como hasta ahora estamos destinados a la autodestrucción.
Veamos a Putin y su paranoia, a EEUU con su excesiva confianza en el capitalismo, a Medio Oriente y sus guerras fratricidas. O más cerca, a los narco estados y los poderes empresariales que desangran a las pequeñas economías en Latinoamérica. No pensamos en el futuro, en la proyección y sustentabilidad de una población cada vez más grande. Confiamos, aunque no lo hagamos consciente, en que cada cierto tiempo viene una gran hecatombe que nos reduce en número y nos permite seguir aprovechándose de un planeta que aún tienen para dar y de sobra. Y para muestra, el botón de la pandemia que parece ser el argumento preciso que corrobora la necesidad de controlar un problema que se puede escapar de las manos.
La tesis que plantea Asimov en su obra es que se puede predecir el comportamiento de grandes masas, de sociedades e incluso civilizaciones, pero no se puede predecir la conducta de un solo ser humano. Es la teoría de masas llevada al extremo y es notable cómo se nutre de los conceptos que hoy son utilizados en sociología y economía para lo que algunos llamarían predecir el comportamiento del mercado.
Según estas premisas, un solo hombre, un genio podría hacer los cálculos para que esa deriva de sucesos históricos que parecen llevar directamente a la extinción, se prevean y se pueda tomar resguardos para asegurar la subsistencia en un futuro de mediano plazo.
La idea es inquietante. Cuántas personas en el mundo tienen ese poder actualmente. Cuántas personas en sus posiciones privilegiadas, creen a pies juntillas que pueden decidir por nosotros el futuro. Y súmenle la idea más estremecedora de todas: Somos solo un punto en la historia. A veces podemos hacer poco, a veces mucho, para cambiar o mejorar las condiciones de vida de miles, pero probablemente no lo sabremos porque estaremos muertos.
El autor se solaza describiendo siglos de historia galáctica, partiendo con su obra la fundación, que originalmente fue publicada en partes, como relatos cortos en revistas de ciencia ficción, y que luego continua en un segundo volumen llamado fundación e imperio, para culminar en un tercero llamado la segunda fundación. Sin tratar de «spoilear», solo puedo adelantar que el éxito y los numerosos premios de esta saga, lo obligó a escribir dos volúmenes más que continúan la historia y una precuela.
Quizás no tenga el espesor de DUNE o la profundidad psicológica de 1984, pero lo que Asimov logra a partir de un estilo narrativo descriptivo y sin mucho recoveco, es notable en cuanto a poder transportar al lector a través de momentos claves y entender una deriva histórica de siglos, sin hacerlo tedioso y al contrario, avanza vertiginosamente de manera que te hace viajar sin darte cuenta como en un salto en el hiperespacio de un momento histórico a otro.
Pero calma. Como en cada “viaje interestelar” que les propongo, existe la posibilidad de ahorrarnos las 900 páginas de placentera lectura, a través de una serie de televisión que se estrenó el 2021 y que se puede acceder vía streaming en apple tv.
«The Foundation», la serie, hace una lectura completamente independiente y renovada de la obra de Asimov, que no pierde en calidad y desde la perspectiva del espectador, no tiene desperdicio visual, configurando a mi gusto una de las serie visualmente mas atractivas que se haya realizado. Además la historia, no menos compleja que en libro, es intrincadamente atrapante y si bien puede ser tediosa de seguir en algunos momentos, finalmente logra calzar y dar al espectador una lectura clara de la historia y dejar todo armado para una segunda temporada.
Destacar que la serie logra reivindicar los roles femeninos, cosa que Asimov, probablemente por los tiempos en que escribió su obra, posterga un poco o da menor relevancia.
Podemos decir que es una serie de nuestros tiempos que hace justicia a algo que no dejo de molestarme mientras leía el libro (o los libros). El hecho de que a pesar de estar situado en un futuro lejano y evolucionado en muchos aspectos, el rol de la mujer seguía siendo relegado a un segundo plano, lo que no se condice con la trayectoria que muchas sociedades ya han comenzado a recorrer, en función de la equidad de género.
La serie y el libro son recomendables, con el aditamento esta vez, de que pueden disfrutarse como obras completamente independientes, ya que la serie rescata elementos de la obra ampliada de Asimov y por lo tanto, solo comparte la premisa inicial. Pero se encarga de dotarnos de un relato mucho más variopinto con varias tramas en paralelo.
La ciencia ficción tiene la virtud de lograr volcarnos a mirarnos a nosotros mismos, lo cual hacen la mayoría de los géneros literarios, pero con Asimov esta premisa se vuelve radical en el sentido de cómo nuestras propias deficiencias logran resaltar las cualidades y defectos de la humanidad.
Una humanidad que pretende abrirse paso a otros mundos pero que no aprende de sus errores y que invita a mirar cómo en los pequeños detalles, en las responsabilidades individuales y en el trabajo consciente, se puede jugar el futuro de todos y todas.