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Coyuntura internacional y economía chilena

Por Ricardo Troncoso Sepúlveda, Académico Facultad de Economía y Administración UCN

A un tiempo de reactivado el conflicto histórico entre Israel y Palestina, las consecuencias humanas han sido catastróficas. Según información oficial de ambos Ministerios de Salud, desde el ataque del 7 de octubre se han reportado 11.400 personas fallecidas de las cuales 10.000 ocurrieron en el enclave palestino.

Ante esta verdadera barbarie, que ya supera en magnitud al conflicto entre Rusia y Ucrania, son muchas las voces, entre ellas la del secretario general de la ONU, António Guterres, que claman por un “cese al fuego” para evitar una escalada aún mayor del conflicto y evitar que este siga cobrando la vida de miles de civiles. 

Además de las consecuencias humanas espantosas en la región, la guerra entre Israel y Palestina ha tenido un impacto significativo en los mercados globales, en particular, en los mercados del petróleo y del gas, los cuales experimentaron fuertes crecimientos de precio en las primeras dos semanas de iniciado el conflicto y que si bien, los datos muestran cierta recuperación a la baja, las condiciones y la extensión del conflicto aumentaron la incertidumbre en el precio de los combustibles, generando presiones inflacionarias en varias naciones. 

Esta coyuntura geopolítica y económica se ha visto agravada por la creciente volatilidad de las condiciones financieras a nivel internacional, la cual ha sido impulsada principalmente por dos escenarios contrapuestos: (1) la crisis en el sector inmobiliario de China y (2) el dinámico desempeño de la economía de Estados Unidos que ha generado incertidumbre en cuanto a la evolución fiscal en dicha economía. En particular, en este último escenario, el país norteamericano aumentó las tasas de interés de largo plazo lo que ha llevado a una apreciación global del dólar, poniendo en alerta especialmente a las autoridades de países emergentes.

Estos factores han motivado a algunos países a tomar resguardo para sopesar las implicancias en sus condiciones macroeconómicas.  En el caso de Chile, como es sabido, hace unos días el Banco Central optó por bajar la Tasa de Política Monetaria (TPM), en 50 puntos base (25 menos que lo sugerido por el GPM) y suspender la compra de dólares. Esta decisión obedece a los ya citados factores externos, pero también a las condiciones internas que incluyen un debilitamiento del mercado laboral, una inflación con leve tendencia a la baja (aunque aún elevada), disminución de la demanda crediticia, pérdidas de rendimiento en el IPSA y constante depreciación del peso chileno en relación con el dólar.

El propósito de esta medida, anunciada y ya practicada en ajustes anteriores, es intentar dar más dinamismo económico al país al fomentar las inversiones, el consumo e intentar un despegue de los niveles de empleo, aunque sin aflojar la estabilidad del tipo de cambio, que de por sí ya estaba desvalorizando las inversiones en activos en moneda local. Principalmente, en relación con este último punto, el Banco Central ha dejado muy clara su preocupación por la depreciación del peso y las consecuencias inflacionarias que podría tener. 

Así las cosas, la prudencia en el ajuste de la TPM hace suponer que no se cumplirá el propósito de finalizar el año con una TPM entre 7.75% y 8%.

Dejo la pregunta: ¿Logrará Chile repuntar sus pronósticos de crecimiento para 2024?

 

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