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DE MOSCAS, ABEJAS Y NIÑOS PERDIDOS

Por Antonio Muñoz Mayne-nicholls.

La primera vez que vi «The Lord of Flies» (El Señor de las Moscas) me marcó tanto que la tuve como referente por años. Su temática tan visceral y cruda sobre la supervivencia y la naturaleza de las relaciones humanas en un contexto agreste y sin normas, me parecía el ejemplo ideal de experimento social: un grupo de niños sobrevivientes de un accidente aéreo, en una isla desierta, sin adultos, gobernándose a sí mismos y luchando con la naturaleza para sobrevivir. El guión perfecto para un reality.

En la película predominan las preguntas sobre ¿qué pasaría si estuviéramos en una situación así? ¿Qué primaría? La violencia por sobre la razón, la falta de normas versus la libertad, la supervivencia por sobre el sentido de justicia, la crueldad, etc.

Para la época en que la vi, como tantas otras obras, me evocaba lo que había pasado en nuestro país durante los 17 años de dictadura, pero también y una vez que avanzó mi vida, fue tomando otros significados. El caso es que cursando el ramo de psicología social en la universidad, le propuse a mi profe que la viéramos y analizáramos desde las teorías de grupo. Para mi sorpresa, ella aceptó. Así que partí corriendo al videoclub a arrendarla para que la viéramos junto a mis compañeros. El efecto fue el esperado. Y es que la temática no deja indiferente.

Aun así, a pesar de lo marcante que es la peli, nunca leí el libro hasta hace poco, lo que me hizo revisitar la película y buscar sus mensajes más allá de nuestro análisis de estudiantes ,desde la psicología social endo/exo grupo.

El señor de las moscas se ha convertido en una obra de cabecera en mi biblioteca y aunque en esta oportunidad empecé por la adaptación cinematográfica, siempre es bueno partir por la obra original. Por eso, para empezar, aquí una breve reseña del libro.

De Moscas

El señor de las moscas es un clásico de la literatura anglosajona y mundial, escrito por William Golding y publicado en el año 1954 (plena posguerra). La temática de la supervivencia da paso a la representación del temor a la incivilidad y la naturaleza humana tendiente a la violencia y la muerte. Muy de sus tiempos de posguerra, nos plantea el escenario de un grupo de niños pertenecientes a una escuela militar, atrapados en una isla luego de un accidente aéreo, sin adultos, obligados a instalar una serie de normas para sobrevivir. Pero como es de esperar, las cosas empeoran a partir de que las necesidades inmediatas como el hambre y la protección, sumado al asumir que nunca serán rescatados, va haciendo perder la noción de civilización del grupo, hasta que las cosas toman un camino casi irreversible.

El relato es planteado desde la perspectiva de uno de los niños, Ralph, quien prontamente se configura como el líder del grupo y es reconocido como tal por el resto, a pesar de que su sentimiento inicial es de embargo por estar en un sitio sin adultos y poder hacer lo que se le dé la gana.

No sé ustedes pero esta sensación me hizo evocar mi propia niñez y como tantas veces, desde la más profunda necesidad de emancipación, nos íbamos con amigas y amigos al cerro, la quebrada u otro lugar que permitiera la libertad completa. El espacio de seguridad seguían siendo el grupo y la hora de vuelta al hogar era también el límite, pero no por eso era menos satisfactorio saltar de un lado al otro del barranco, cazar lagartijas o tirarse piedras. Era, a la vez, riesgoso e intoxicantemente peligroso el estar solos, sin adultos que dijeran lo que teníamos que hacer.

De adulto me cuestioné muchas veces si lo que para mi era una aventura, para tantos otros niños era una necesidad: el no querer llegar a casa porque es más agradable el descampado. Pero esos pensamientos son de adultos y no son el tópico de esta reseña.

Si bien el personaje de Ralph es la representación del liderazgo más puro, no por eso deja de ser complejo y lleno de dudas. Por eso, para acompañarlo, prontamente aparece la voz de la razón personificada en Piggy, el gordito inteligente pero no muy diestro, que además usa lentes y tiene asma. Sobreprotegido de su tía, no conoce a sus padres y es la continua conciencia del grupo siempre preguntando qué harían los adultos en esta situación.

El trío principal lo completa Jack, que es la representación de la fuerza física y la agresividad, la ansia de poder y la envidia pues su liderazgo está basado en el temor y no en la democracia o el diálogo.

Ya se imaginaran que está conjunción de personajes plantea la disyuntiva de qué es lo que prevalece al final, en una época en la cual la violencia en su máxima expresión parecía primar por sobre la razón y el humanismo parece sustentarse en unos pocos pilares que aunque firmes, se ven puestos a prueba todo el tiempo. Esta disyuntiva es de por sí una temática tan profunda como para hacer de esta novela corta un clásico de nuestros tiempos.

Existen más personajes interesantes, pero no puedo dejar de mencionar la figura del Monstruo, la amenaza permanente de lo salvaje, de lo inexplicable, del mito, del mal: el propio señor de las moscas, representado en la cabeza de un cerdo salvaje sacrificado y ensartado en una lanza, que cumple un rol fundamental en la trama y simboliza para mi la perdida de la inocencia de la niñez y el paso a la adultez.

Podría la reseña llegar hasta acá y pasar directo a la adaptación cinematográfica, pero de la lectura y relectura de este clásico quisiera destacar algunas cosas.

De Niños Perdidos

Goldin trabaja tan bien la psicología de los personajes que todos parecen muy reales, y luego uno se pregunta si no haríamos lo mismo en su lugar. Retrata muy bien las dinámicas infantiles y adolescentes, y puede que su intención última era retratar como la violencia se manifiesta cuando no existe el control social y los límites que demarcan las convenciones sociales se ven flanqueados por la necesidad de supervivencia.

Ahora bien, esto contrasta con la idea de una niñez plena, del desarrollo gradual y del permitirles ser niños con derechos y deberes progresivos, ya que en condiciones adversas, estos inevitablemente se convertirían en adultos. ¿No es lo que pasa en cierto modo hoy en nuestra sociedad? ¿Qué condiciones les damos a nuestros niñ@s para un desarrollo sin presión? Inclusive el bullying, aquí muy bien representado en la figura de Piggy y la relación con sus compañeros, es una manifestación más de la presión a la que sometemos a «les niñes» en nuestras escuelas, barrios, en la sociedad.

No quiero que me malinterpreten. No soy partidario de la idealización de la niñez porque sí, ni de la satanización de la adultez. Pero con el correr de los años y mientras más pienso en este libro, más creo que las múltiples lecturas e interpretaciones que tiene permiten aplicarlo a diferentes análisis de nuestra sociedad. El repensarlo y re leerlo me hace evocar otras obras como Peter Pan y sus niños perdidos que idealiza una niñez pura sin dejar de criticarla desde un punto de vista adulto.

De Abejas

Existen dos adaptaciones cinematográficas del libro, una de 1963 dirigida por Peter Brook y otra por Harry Hook, del año 1990. Esta última adapta fielmente la obra de Golding. Con algunos cambios leves, logra ser una gran película, con una banda sonora muy lograda a cargo de Philipe Sarde, que a ratos transita entre lo marcial y lo apocalíptico, remarcando las escenas más intensas de la película.

No logra, a mi parecer, la profundidad de los cuestionamientos de la novela, fundamentalmente porque adolece de lo que el libro está repleto: los pensamientos y devenires de sus personajes, sus reflexiones, sus miradas acerca de lo que les sucede y la continua frase: ¿Qué harían los adultos en este caso? Sin embargo, cumple como adaptación, al plantear el cuestionamiento ético y moral de la obra original.

Ya he planteado los paralelismos con otras obras y cómo pueden haber influido en Golding, pero no puedo dejar de mencionar una serie muy buena que hace poco se emitió por Paramount Plus y a lo mejor ya está disponible en otros formatos. Se trata de Yellow Jackets, serie de terror sobrenatural pero que como las buenas historias de este género, ocupan este recurso mínimamente para plantear una historia que justamente trata de un grupo de chicas de un colegio, todas participantes del equipo de fútbol, que sobreviven a un accidente aéreo y deben sobrevivir en medio de un agreste bosque, en donde al parecer habita algo maligno que no dejará que escapen fácilmente.

El paralelismo es obvio pero la gracia de la serie es que así como LOST, ocurre en varias líneas de tiempo y podemos ver a los protagonistas de adultos, con sus traumas y secretos, muchos de ellos nacidos de la horrible experiencia vivida cuando eran adolescentes.

No es una adaptación del señor de las moscas, pero es una buena serie, totalmente recomendable que ya cuenta con una temporada y que naturalmente me hizo nuevamente evocar el libro de Golding por sus semejanzas, aunque esta vez matizadas con lo sobrenatural.

Para finalizar solo quisiera comentar que pueden haber muchas interpretaciones del libro y sus adaptaciones, y como siempre, no hay unas más o menos correctas. Pero si podemos hablar de que es una gran obra cuando a partir de sus letras nos embarcarnos en múltiples líneas de pensamiento que no nos dejan indiferentes, y que nos permiten encontrar explicación a lo que vemos en la vida real, en lo cotidiano, lo que nos afecta y lo que nos da sentido. Eso es – al menos para mi – lo que hace un gran libro: la posibilidad de que nos haga pensar y que esas interpretaciones no sean las mismas que las que nos evocó la primera vez que lo leímos. Esa es la gracia de leer.

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