Por Nicolás Salinas Sepúlveda, Gerente de Operaciones Consultora en Dos Barbas
En los últimos años, Chile ha experimentado de manera palpable los efectos del cambio climático, con un aumento significativo en las temperaturas durante los veranos. Este fenómeno no es ajeno a la ciudad de Antofagasta, donde la comunidad se verá cada vez más afectada por las alteraciones en las temperaturas. Ante esta realidad innegable, es crucial abordar de manera proactiva y concreta cómo mejorar nuestros espacios públicos para mitigar estas altas temperaturas y asegurar la calidad de vida de nuestros ciudadanos.
El primer paso en esta dirección es comprender a fondo los desafíos urbanos que enfrentamos. Datos sólidos respaldan la necesidad de tomar medidas inmediatas. Según el Centro de Ciencias del Clima y la Resiliencia (CR2), las temperaturas en Chile han aumentado en promedio 1ºC en los últimos 50 años, y se espera que sigan en aumento. Antofagasta se caracteriza por su clima desértico, lo que implica una necesidad imperante de contar con estrategias de adaptación específicas. Las altas temperaturas no solo representan un inconveniente en términos de comodidad, sino que también impactan en la salud y bienestar de la población.
Para abordar este desafío, es esencial implementar soluciones basadas en la ciencia y la planificación urbana sustentable. Uno de los pilares fundamentales radica en el diseño de espacios públicos que incorporan vegetación estratégica y sombra. La introducción de áreas verdes y arbolado no solo proporciona sombra y frescor, sino que también contribuye a la reducción de la temperatura ambiente a través de la evapotranspiración.
La selección de especies vegetales autóctonas y resistentes a las condiciones adversas del clima local es un factor clave. Además, la instalación de sistemas de riego eficientes y la utilización de tecnologías de captación de agua de lluvia garantizan la sostenibilidad de estos espacios verdes.
La infraestructura urbana también juega un papel fundamental en esta estrategia de mitigación. La incorporación de elementos como pavimentos reflectantes y cubiertas vegetales en edificaciones ayuda a reducir la acumulación de calor en las calles y avenidas de la ciudad. La planificación de áreas de esparcimiento con elementos acuáticos, como fuentes y espejos de agua, no solo añade valor estético, sino que contribuye a la regulación térmica del entorno.
No obstante, para llevar a cabo estas transformaciones de manera efectiva, es crucial la participación activa de la comunidad y la colaboración interdisciplinaria entre expertos urbanistas, paisajistas y autoridades locales. La implementación de políticas de fomento a la movilidad sostenible y el fortalecimiento del transporte público también son pasos esenciales en esta ruta hacia una ciudad más resiliente ante el cambio climático.
En resumen, Antofagasta se enfrenta a un desafío urgente, pero no insuperable. Con una estrategia basada en la ciencia y la colaboración ciudadana, podemos transformar nuestros espacios públicos en oasis de frescura y bienestar. Es momento de actuar con visión y determinación a largo plazo para garantizar un futuro más sostenible y confortable para todos los habitantes de nuestra querida ciudad.