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DUNE O LA REIVINDICACIÓN DEL DESIERTO

Por Antonio Muñoz Mayne-nicholls, Psicólogo Comunitario y Magister en Antropología Social.

Quiero partir este espacio con una de las mayores obras de la literatura contemporánea, en un género a veces mal visto o menospreciado como la Ciencia Ficción, que nos ha dado tantos placeres en la literatura y en el cine pero que sin embargo no está en el lugar que se merece de los géneros literarios.

Dune ha sido catalogada por muchos como la más grande saga de ciencia ficción de todos los tiempos y con justa razón. Hoy tenemos ad portas el estreno de la versión de Denis Villenueve, que viene precedida de exitazos como Arrival o Blade Runer 2049. Las expectativas son altas sobre todo por la discusión inevitable que resurge, acerca de la calidad de la versión de 1984 de Dune dirigida por David Lynch y protagonizada entre varios renombrados, por Sting.

Pueden ser estos motivos razón suficiente para visitar una obra como Dune, pero me quiero agarrar de este renombre actualizado, para reflotar el viejo conflicto entre los que prefieren la obra literaria o la adaptación al cine. La vieja pregunta de qué es mejor el libro o la película y que deriva en ¿Qué es mejor? Leer el libro antes o ver la película primero, para no estropear la experiencia. Cuestionamientos propios de las nuevas generaciones acostumbradas a hacerse preguntas inútiles.

Pero sobre todo el revisitar Dune es una oportunidad para mirarse y ver nuestro mundo con los ojos de Frank Herbert, quien escribió los siete primeros tomos (luego lo seguiría su hijo con la ayuda del renombrado escritor de fantasía Brandon Sanderson completando hasta el volumen 14) y pudo recoger temáticas tan disímiles como el futuro de la humanidad, la elevación de la conciencia y los poderes de la mente, hasta la ecología y el cuidado por los recursos, además de la política, la guerra y las religiones.

Lo cierto es que Dune pasa de ser una saga literaria a una obra canónica no solo para la Ciencia Ficción si no que para muchos que vieron en ella una nueva religión. Su autor Frank Herbert demoró casi veinte años en completar los siete tomos que cuenta la saga original y en su momento logró el renombre mundial que estalla cuando se realiza la película de los ochenta. Pero esto no lo sacó de foco con lo que quería generar con sus libros. Inclusive cuando falleció señalando que su intención no fue que su obra se convirtiera en una biblia apócrifa para sectas que seguirían su mensaje a pies juntillas. Es una obra de fantasía que logró instalar la ciencia ficción en lo más alto y el resto de consecuencias están por sobre lo que quiere un autor independiente que el mensaje intente remecer las conciencias y cuestionar las bases de los sistemas económicos así como la indiscriminada explotación de recursos naturales.

Sin ánimo de spoilers, paso a detallar aspectos de la obra que me parecen destacables en el contexto actual y no puedo no declarar que no soy un asiduo lector de ciencia ficción, otros géneros los considero más llamativos y llenos de posibilidad. Siempre había pensado que el viaje al espacio era una idea limitada que te dará un horizonte amplio de posibilidades y aventuras, es verdad, pero que escasamente terminaría de manera distinta que no fuera la exploración y la supervivencia.

Eso pensaba hasta que leí Dune. Y he aquí el porqué:

Ambientada en un futuro lejano, en diversos planetas colonizados por la raza humana que ha evolucionado en distintas formas, la historia comienza en el momento en que el príncipe Paul Atreides, hijo del duque Leto, abandona su planeta natal junto a su familia y toda la cohorte de su padre, para gobernar el planeta Arrakis o también conocido como Dune, principal fuente de la especia, la sustancia más valiosa del universo por sus propiedades como droga y como combustible para la flota interplanetaria, controlada por una corporación de humanos evolucionados que son capaces de ver el futuro y con eso manejar enormes naves. Como no podía ser de otra forma, detrás de la designación del duque Leto y su familia está el Imperio, que gobierna toda la galaxia y que maneja las distintas casas de los humanos, como los Atreides y los Harkonnen a su antojo para mantener el control. 

En esta trama que es principalmente política, poco a poco vamos descubriendo subtramas, capa por capa, adentrándonos primero en los mundos conocidos y por conocer, en las traiciones y veleidades de las distintas noblezas, en las lealtades de los guerreros y en los complot de quienes quieren el poder, pero prontamente nos damos cuenta que debajo de todo eso subyacen motivaciones más profundas.

En esto tienen un papel fundamental la congregación de sacerdotisas Ben Geserit, a la cual pertenece la madre de Paul, Dama Jessica, quien quizás tiene el rol más clave de toda la saga al ir en contra de todas sus hermanas de congregación de su “Madre superiora”, al decidir tener a su hijo a pesar de los designios y las predicciones que le auguran un destino funesto.

Y todo esto, enmarcado por las dunas de arena de Arrakis y la permanente y amenazante presencia de los gusanos de arena, bestias enormes que son capaces de surcar la tierra como si fueran ballenas y nada escapa a su voracidad.

La mayor incógnita es como Paul, podrá sobrevivir a las intrigas, a la falta de agua en el desierto, a los gusanos y a los Fremen, humanos habitantes originales del desierto y que con sus característicos ojos azules y sus destiltrajes están acostumbrados a no desperdiciar ni una gota de agua, pues el vital líquido vale más que cualquier cosa en esa aridez, incluso que la especia, aunque esto no sea compartido por quienes quieren apoderarse del planeta.

Con todos estos elementos, podemos ya decir que la historia es atrapante y que no es difícil avizorar el conflicto por venir, pero sin duda Frank Herbert orquesta una historia tal que, a través de las aventuras y desventuras de Paul Atreides, nos permite develar nuestras propias dudas existenciales, acerca de la vida y el papel de la raza humana en el planeta. No podemos evitar hacer comparaciones. Las motivaciones del imperio y las noblezas de las casas más poderosas, así como de la cofradía y otros grupos de poder, se entrechocan y disputan el poder por poseer la única sustancia que les permite mantener ese poder, por lo que a pesar de que es el planeta más valioso de la galaxia, también es el más abandonado y despreciado por los regentes de turno. ¿No les suena conocido?. Quienes hemos vivido en el desierto sabemos de esto y es imposible no conmoverse con la claridad de una obra y de su autor que plasma en una obra de ficción, un conflicto tan arraigado en tantas culturas diezmadas por el poder inclemente de quienes promueven el extractivismo por sobre cualquier derecho humano.

Uno de los pasajes que más me conmovió mientras leía el primer tomo es cuando Paul y su padre ven desde lejos y protegidos por la ciudadela donde está su cuartel general, el amanecer en el desierto con tonalidades rojizas, púrpuras y azules que los dejan asombrados. Como no hacer el paralelo con nuestros atardeceres y amaneceres de Antofagasta que al igual que Arrakis, regalan sus espectáculos solo para quienes saben apreciarlos. Y esconden su belleza para quienes solo van de paso, pues sin ningún arraigo, partirán pronto con el equipaje lleno de lo que vinieron a buscar.

Es así como Herbert no lleva y nos moviliza, desde la relevancia por la ecología, el respeto por las culturas originarias, el valor y cuidado del agua, el poder de la verdad y el autoconocimiento, la igualdad entre hombres y mujeres, la evolución y la libertad de conciencia. Nos plantea dilemas éticos ya resueltos por una sociedad más evolucionada pero también, el poder que tienen las religiones y como sirven de herramienta para el control de los pueblos.

Parece mucho pero para el autor fue posible combinar todos estos temas en una sola obra con temas que hasta hoy siguen vigentes, aun cuando fue publicado en 1965.

No es extraño que hasta hoy siga siendo una obra influyente, que tenga adaptaciones en el cine, comics y videojuegos. Quizás no al nivel de otras obras de ficción que adolecen de temas tan trascendentales como el cuidado del agua, de los recursos no renovables, el impacto de las grandes corporaciones y la importancia de contrarrestar lo que estamos generando en nuestro planeta. Temas que hoy están en discusión en nuestra misma Convención Constitucional y que en particular puede tener un paralelismo con lo que ha sido la historia del norte de nuestro país en donde grupos extranjeros han diezmado nuestros recursos, llevándoselos y dejándonos los despojos sin importarles la cultura y los desastres ecológicos que quedan detrás.

Herbert apuesta por la liberación de la conciencia, y la especia como vía para alcanzarla. El porqué de esta relación prefiero dejárselas de incógnita para que lean el libro y sus continuaciones. Pero desde ya les planteó que es un viaje sin retorno hacia lo más oscuro y luminoso del eterno conflicto de la humanidad por sobrevivir y adaptarse a su medio, depredándolo o aprendiendo a convivir con él.

El resto de los libros profundizan en otros aspectos del universo de Dune, hay amor, hay guerra, hay ecología y hay crítica social, todo condimentado con rayos láser, clones y sables tan afilados que pueden ser un arma muy peligrosa, tanto para el contendor como para quien la porta.

Cuentan que cuando Peter Jackson, el director de la trilogía del señor de los anillos, expuso frente a la compañía cinematográfica su plan para la tres películas, fue tan apasionado describiendo la obra de Tolkien y todos los elementos de su trama que eran incluibles en su versión cinematográfica, que termino diciéndoles algo así como “esta historia es tan buena que sin duda sería un gran libro”.

Puede que sea injusto comparar ambas obras pero puedo decir, a título personal, que al igual que la obra de Tolkien, Dune es uno de esos libros que más me han remecido, por su espesor y calidad literaria, pero también por la capacidad de un solo autor de plasmar en una obra de arte, lo que nos identifica como seres humanos, nuestras virtudes y falencias, nuestras habilidades y nuestras mezquindades, nos retratan y por eso no nos pueden dejar indiferentes.

Espero con ansias la película de Villenueve y ya no me pregunto si será mejor que el libro, esa pregunta es inútil. Solo tengo la curiosidad de si, por respeto a la obra de un artista, quien pretende adaptarla a otro género es capaz de dotarla del mismo espesor y calidad. No lo sabemos pero sin duda será todo un espectáculo poder comprobarlo.

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