Por Antonio Muñoz Mayne-Nicholls
La obra de Gabriel Rodríguez (dibujante chileno) y de Joe Hill (escritor estadounidense), logra desplegar un mundo completamente original a partir de las vivencias personales de los hermanos Locke y sus amigos en el perdido condado de Lovecraft, en el estados Unidos Profundo.
La trama comienza con la muerte del padre de la familia a manos de uno de sus alumnos de la escuela local de la que él es orientador. Luego sabemos que el asesinato lejos de ser casual o la venganza de un alumno disconforme, tiene que ver con una urdimbre que lleva años gestándose y que tiene origen en la antigua casa familiar.
Una casa que lleva el nombre de uno de los autores de terror gótico más importantes: HP Lovecraft y que, por ende, es un guiño obvio de lo que vendrá. La madre alcohólica, el tío gay, los amigos desadaptados y los cambios que van enfrentando los hermanos Locke, producto de ir creciendo la hacen una historia entrañable, identificable, emotiva pero que, además, te hiela la sangre como toda buena historia de terror.
La historia se desarrolla en la vieja casa familiar cuidada por su tío a la que emigra la familia luego del asesinato del padre. Pronto se dan cuenta que la casa es una verdadera caja de secretos con una serie de llaves que permiten hacer cosas maravillosas a través de las puertas que abres: desde convertirse en fantasma, crecer como un gigante, volar con alas de Ángel o ir donde quieras con la llave «donde sea». Los límites entonces se relativizan, ya que los chicos Locke comienzan a explorar desde sus propias mentes a los lugares más recónditos de la isla que alberga la mansión, un lugar que también guarda secretos y donde al parecer su padre, su tío y los amigos de estos pasaron una temporada parecida en su juventud y usaron las llaves, solo que ahora de adultos no recuerdan nada.
Los comics fueron editados por IDW, editorial americana de las llamadas independientes, durante los años 2008 y 2014. Seis volúmenes de seis números cada uno, premiados y laureados por la crítica, que han tenido distintas reediciones y tomos compilatorios traducidos al español por la editorial española Panini y la chilena Arcano IV, con una calidad excelente en particular de esta última.
Justificaciones para disfrutar de esta serie de novelas gráficas sobran, pero las más importantes para mí son las siguientes:
- No es la típica historia de terror. Las historias de adolescentes traumados que se enfrentan a fuerzas ocultas y malignas abundan pero esta sin duda es una vuelta de tuerca completamente original. Son temáticas que llevan décadas siendo vistas en series o comics pero que acá, logran dar en el clavo con personajes muy bien armados, llenos de traumas y culpabilidades por el pasado reciente y remoto. La típica historia de casa embrujada acá es solo el comienzo y de pronto te vez envuelto en una trama sorprendente con guiños a Lovecraft y Poe pero con un tinte fresco y actual.
- Cada número esta tan bien escrito y dibujado que uno piensa que Joe Hill y Gabriel Rodríguez alcanzan una de las complementariedades y complicidades más virtuosas de la historia de los comics.
La Pluma de Joe Hill es implacable, cruda y tan cercana que te corta. El trazo de Rodríguez es inigualablemente expresivo y los que no conocíamos su obra hasta esta serie, no podemos dejar de comparar su trabajo con otros comics de su autoría o con otros autores. Siempre sale ganando.
Rodríguez es reconocido mundialmente. Ha dibujado distintas novelas gráficas y comics de las grandes editoriales americanas. Joe Hill ha desarrollado una carrera independiente de la figura de su padre (Stephen King) y esta es una prueba de su genio con una trama intrincada pero que logra mantener la emoción y la atención hasta el final.
Es una historia que se va degustando de a poco. Los seis volúmenes tiene arcos argumentales independientes, pero interconectados y el final es tan sorpresivo y emotivo que recuerdo haber derramado algunas lágrimas al leerlo.
3. La construcción de los personajes. A veces puede ser un poco inquietante la profundidad psicológica de algunos personajes, especialmente los hermanos Locke que van cambiando entre el primer arco y el último. Existe una llave que permite meterte en tu cabeza y en la de otros. Imagínense las posibilidades de eso pero lo más genial es como vemos distintos aspectos de la personalidad de los tres chicos que resultan ser sus primeros desafíos en la aventura de conocer la casa y adaptarse a una nueva vida. El chico rebelde que siente culpa por no haber evitado la muerte de su padre, la hermana del medio que era la chica ejemplar pero que se va transformando en pura impulsividad luego de dejar atrapados sus miedos. Y el pequeño Bob. El menor de los hermanos que es la inocencia pura pero que es el que descubre las llaves y que tiene momentos notables a través de toda la historia.
4. El villano. No hare más spoilers. Ya hice suficientes. Pero este villano es la maldad pura. Es tan frío y despiadado que te aterra seguir dando vuelta las páginas y ver que es capaz de hacer. Un aplauso para Hill y Rodríguez nuevamente por dejarnos helados.
Pero no todo es perfecto. Las adaptaciones a la TV de esta magnífica serie de terror no logran dar en el clavo. En verdad es solo una y la pueden ver en Netflix con sus tres temporadas, ya que el primer intento de Fox de adaptarla no pasó del piloto. El error que comete la adaptación del gigante del streaming es, justamente, lo que le criticamos a tantas series. Cae en el lugar común de las series de terror de adolescente y si bien respeta bastante de la idea y trama origina, no logra transmitir la crudeza o el escalofrío de la obra original. Se centra en las vivencias de los dos adolescentes y el niño de Locke cambiando algunas tramas, lo que podría agradecerse si hubiera sido bien tratado. No necesariamente tiene que ser una adaptación al calco para ser buena. Pero en este caso por sí misma no enganchan, ni los actores ni una trama que avanza y da saltos pero no cuaja.
La verdad no pasé de la primera temporada y puede que esté siendo injusto. Véanla y juzguen ustedes mismos, pero yo no perdería el tiempo.
Otra cosa son los spin off o historias descolgadas de la trama original que ayudan a extender el mundo creado o seguir los pasos de un personaje que toma alas propias. Recuerdo, mientras leía los volúmenes, cómo me comía la ansiedad de poder leer el siguiente, que aún no se editaba en español o que no podía comprar pues era muy caro. Cada vez que salía otro tomo recopilatorio debía leer todos los tomos para atrás. Como en los mejores tiempos de adolescencia cuando leía una y otra vez mis gastados comics.
Y es que el universo creado por Hill y Rodríguez te atrapa y te dejan pidiendo más aventuras con los hermanos Locke y su pandilla. Cuando terminan los seis volúmenes pude descubrir que existían historias más cortas (spin off) que profundizan en el mundo de Locke & Key y en parte calman la desazón una vez que ya terminaste la historia y piensas que no volverás a leer nada nuevo de ese mundo. Ambas historias se adentran en el pasado y en particular una de estas, está escrita como un crossover (otro término comiquero) con el universo de Sandman. Sí, el extraño ser que es protagonista de otros de los grandes comics de la década de los noventa y que ya reseñamos hace un tiempo en este espacio. Como se imaginarán la mezcla de estos mundos abre posibilidades infinitas, aunque necesitas haber leído Sandman, al menos el primer arco, para entender un poco más de la historia.
Sin desmerecer obras fundamentales como Dr. Mortis, puede que el terror aun sea un género de nicho en nuestro país y da gusto ver cada vez más y más autores y obras de terror nacionales que creo que en parte se motivaron por los comics de Rodríguez y su compañero de aventuras. Sueño con tener en mis manos más historias de Locke & Key, aunque parece difícil con los proyectos por separado de sus autores. Para mí son como dice la canción de Silvio: quién fuera Lennon y McCartney. Genios que se encuentran una vez, por casualidad o por que el destino obra de maneras misteriosas y logran cosas que revolucionan un género o la vida del apacible lector que decide abrir un tomo y adentrarse en sus páginas.