Por Antonio Muñoz Mayne-nicholls.
Para quienes leíamos cómics en los 90’s había una consigna clara para esperar el fin de siglo. Los cómics americanos la estaban rompiendo, los cómics chilenos eran under y los cómics de autor (después llamadas novelas gráficas) eran un lujo difícil de darse y encontrar.
Habían algunos que tenían la oportunidad de comprar o de importar cómics de España. La editorial ZINCO que en ese momento editaba casi todo DC, era posible de encontrar en ferias de revistas usadas; y si viajabas a Santiago, incluso podías ver como rebasaban los kioskos. O si aún mejor, tenías la oportunidad de ir a una librería especializada, puede que incluso encontrarás una joya.
Dentro de todo ese espectro de aventuras de papel, uno de los mayores trofeos era encontrar un cómic de Sandman, uno de los personajes de la línea Vértigo, destinada para adultos de la editorial americana DC, pues tocaba temas sobrenaturales y de horror profundizando en el carácter psicológico de sus personajes.
Aún recuerdo cómo algunos amigos me sacaban pica con tomos de lujo comprados quien sabe dónde y que en la universidad se traficaban más rápido que la marihuana. El mundo under del cómic, de los ñoños o de los nerds, como quieran llamarlo, se nutría de lo prohibido. Lo prohibido estaba representado por los comics para adultos. Y el cómic para adultos más respetado era Sandman.
Hoy puedes prender el televisor y si cuentas con el streaming adecuado, recibirás una dosis de Sandman sin mayor dificultad gracias a la serie que adapta muy fielmente la historieta de aquellos años. La clave es que, como todas las grandes obras, Sandman apenas siente el paso del tiempo y surge perfectamente como una serie que trata temáticas actuales pero que el cómic ya trató hace tres décadas.
Ve el trailer de la serie AQUÍ 👈🏼
Sueños de papel
Parte de mi rutina en aquellos años después del colegio era pasar a la Feria Maipú y revisar de manera metódica los «turros» de revistas usadas en busca de un número específico que me faltaba para completar mi colección. Horas demorando la llegada a casa y donde, solo o con amigos, aprovechamos de comentar y argumentar por qué Batman podría ganarle a Superman o quien era mas fuerte, si Hulk o la Mole. Solo sobre una cosa no había discusión: Sandman estaba por sobre la media. No era un cómic tradicional de superhéroes y si encontrabas un número entre todas las montañas de revistas, entonces es que la suerte te sonreía.
Y es que además de su calidad, Sandman tiene un origen particular que lo hace diferente a otros cómics de terror. En los 80´s, la editorial DC decide revitalizar algunos personajes de la década de los sesenta y setenta que surgieron en la edad de plata de los superhéroes americanos pero que luego pasaron al olvido. Se le encargó entonces a Neil Gaiman, autor inglés más familiarizado con el terror y la fantasía, que retomase un personaje más bien secundario, un superhéroe menor ya medio olvidado llamado The Sandman. El panorama estaba propicio, gracias a otros autores como Alan Moore y Bernie Wrightson y su espectacular saga de La Cosa del pantano, otro clásico del terror. El tema es que Gaiman tenía en mente algo que revolucionaria el cómic para siempre, ya que creó un mundo completamente nuevo acerca de la idea de que el verdadero Sandman, el señor de los sueños, había estado desaparecido durante casi un siglo y el superhéroe de la edad de plata no era más que un usurpador de su nombre y había tomado prestada su bolsa de arena con la que Morfeo te rociaba en lo ojos antes de dormir, como se contaba en los cuentos y leyendas.
El personaje estaba completamente actualizado y más que un duende o un superhéroe con capa, parecía un músico del glam rock al estilo de The cure. Y es que definitivamente The Sandman se escapa del género de los superhéroes y si bien en un comienzo pretende compartir el mismo universo que los superhéroes DC, con el paso de los números ya se perfila como una historia completamente al margen solo tomándolo como referencia para algunos de sus arcos argumentales o números solitarios.
En la historia desfilan un sinnúmero de personajes secundarios, desde Lucifer hasta Shakespeare. Desde seres mitológicos como las Furias hasta pesadillas que se vuelven reales y asesinas en serie. Destaca la personificación de la Muerte (Death), quien es hermana de Sueño (Dream) y parte de los eternos, seres inmortales que están desde el principio de los tiempos y cumplen diversas funciones como el mismo Sueño quien gobierna el mundo onírico o la Muerte que ayuda a las almas a partir del plano mortal. La capacidad de Gaiman para crear todo un mundo a partir de la premisa del señor de los sueños es notable y hace que la historia contada a través de 75 números entre 1989 y 1995, nos regale un viaje onírico aterrador y maravilloso a la vez.
Con esta premisa y un elaborado mundo a partir de lo que Gaiman llamó la ensoñación, Sandman se convierte en una de las tres obras más influyentes en el cómic mundial de fines del siglo 20, junto con Watchmen de Alan Moore y The Dark Knight Return de Frank Miller.
Puede que algunos me quieran asesinar por lo que acabo de decir, pero es sin duda un deleite poder leer Sandman y no solo por su calidad argumental sino por su calidad gráfica. Cuenta con el gran trabajo de ilustración de numerosos artistas del cómic mundial como Sam keith (co-creador de la historieta), Mark Dringerberg; Kelley Jones o Jill Thompson, además de las alucinantes portadas de Dave Mackean quien utiliza las técnicas del collage y el mosaico en sus producciones.
Si no lo han leído, se imaginaran que un mundo basado en los sueños entrega posibilidades infinitas, pero la maestría del autor permite que durante una serie de arcos argumentales, hoy divididos en 10 novelas gráficas, nos vaya entregando partes de un todo, lleno de mitos, significados y motivaciones que, vistos desde la perspectiva de un ser eterno, nos hacen ver cuán humanos e imperfectos somos.
Los sueños se hacen realidad
Esta vez puedo ser taxativo y decir: la lectura del cómic – o cómo algunos lo denominan, el arte secuencial -, no se compara a una adaptación visual. Son lenguajes narrativos distintos, aun cuando la imagen es la principal manera de expresar en ambos y se hayan hecho adaptaciones por montones en los últimos años, el cine o la televisión nunca podrán entregar la perfecta combinación entre historias y dibujo que nos entrega el cómic.
Sin embargo debo decir que esta adaptación de Netflix es una de las mejores que haya visto. Y no solo por adaptar casi al calco los dos primeros arcos de la historia original si no que por la calidad de sus actuaciones, efectos y calidad visual, al punto que tiene secuencias que te dan la sensación de estar dentro de sueño y que todo es posible. Por esto se ha puesto en duda una segunda temporada, dado el alto costo de la producción.
Algo destacable de la idea de adaptar fielmente las historias del cómic, es que también se detiene en adaptar los números únicos o en lenguaje del noveno arte, one shot, historias de un solo tomo que se pueden leer de manera independiente, ambientadas en el universo de Sandman, pero en donde Morfeo es solo un personaje secundario que interviene en la resolución o de manera contingente a la historia.
Esto, a mi juicio, beneficia mucho la calidad narrativa de la serie pues no está soportada solamente en el personaje principal si no que vamos presenciando una serie de historias con algún grado de conexión pero que destacan por profundizar en las motivaciones Humanas frente al poder, la magia, el amor, la libertad de decisión o la falta de creatividad.
A mi gusto, esta serie dejó la vara alta en cuanto a adaptaciones de personajes de cómic se refiere y se puede decir que siendo mucho más fiel que otras series, es la historia que menos se asemeja a un cómic de superhéroes.
El despertar
El gran valor de Sandman, además de adentrarnos en nuestros sueños y pesadillas más profundos, es que a través de su historia escrita y gráfica, nos va contando el tránsito de un ser eterno, frío y alejado del lado emocional, en un ser lleno de humanidad que se compadece de la mortalidad, de la fragilidad y sobre todo de la condición del ser humano de equivocarse una y otra vez; aprender y levantarse de nuevo; o dejarse morir, pues ya es la hora de un descanso cuando el alma ha sufrido tanto.
Es un reflejo de nosotros mismos y el mundo del sueño es, a su vez, tan bien retratado en ambas obras que se logra instalar que tanto el mundo real como el imaginario están supeditados a lo que soñamos pues a través de los sueños, se va dando forma a la realidad y viceversa.
Tanto la serie como el cómic son un viaje encantador por la obra de uno de los grandes autores mundiales de fantasía, que recrea lo onírico y le da base a la imaginación y la creatividad como herramienta fundamental del hombre para desarrollar todo su potencial. El soñar nos mueve y el soñar es imaginar, crear historias y moldear el mundo para alcanzar nuestros sueños..
Para terminar, me permitiré parafrasear una de las grandes citas de otro gran autor de Cómic como es Alan Moore quien en el prólogo de una de sus grandes obras «¿Qué le pasó al Hombre del Mañana?«, donde relataba que pasaría si Superman decide morir, publicada muchos años antes de la famosa Muerte de Superman (1991), y fuera de la continuidad normal de las historietas del Hombre de Acero. Moore nos termina diciendo: «decidimos hacer una historia que tratara sobre qué pasaría si Superman muriese o decidiese morir, pero no es una historia real. Esta es una historia imaginaria. ¿Pero no todas lo son?«.